30 noviembre 2006

Atrofia intelectiva


“Mama”, del disco Hunters and Prey en repeat, la caja de Marlboros a medio terminar, y aun no se me cae una miserable idea para escribir.

Es cierto, hace 24 horas que estoy yendo y viniendo, sin detenerme; quizás sin querer detenerme… pero ¡qué carajos! antes podía escribir colgado del estribo del tren mientras observaba -no sin desagrado- al morocho apretujado y sudoroso escarbarse la nariz, en tanto gambeteaba con la cabeza los objetos contundentes que suelen estar al costado de la formación.
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Es cierto, antes era un pelotudo, pero al menos escribía.

Cuanta razón tenía Matías cuando dijo: “Cuando te pagan por escribir fuiste, se te acabó la inmortalidad, dejás de escribir para vos”.

Saco números, me pagan en dos lugares por hacer básicamente lo mismo: Escribir. ¿Qué? No importa, siempre tuve suerte hasta hoy: Las ideas me golpeaban, se amontonaban, y era yo el que se daba el lujo de descartarlas, como quién le pega una patada en el culo a los evangelistas que te golpean las puertas a las 9 de la mañana. Tanto así, que fui convirtiéndome en un mercenario al estilo: “Haz dinero bien sin mirar necesariamente a quien”.

Un día la magia dejó de suceder.

Aun puedo sentarme a la máquina y decir: “Será por dinero”, y elucubrar un texto más o menos decente, o en su defecto, lo suficientemente caótico e intrincado como para que la gente que no tiene la más puta idea de lo que es la vida, ni la cultura, ni un libro de filosofía… o tan solo un puto ensayo de astrología –si, sobre la mierda estrafalaria pseudo predictiva también se escriben ensayos, como también es el caso del psicoanálisis-, envíe un mail diciendo: “Vaya texto interesante Cristian”.
Lo cierto es que esta gente (que suelen ser los más), jamás se dará cuenta de que todo es una mentira, y de que a lo sumo le estoy tomando el pelo en tanto colaboran para ello; porque no hay peor pelotudo que el pelotudo que cree en su genialidad, citemos como ejemplo a Luis Majul, a Guillermo Cherasni o a Paulo Coehlo.
Pero a todo esto hay un problema: Yo mismo sé lo que es.

Creo que para el argentino promedio, el hecho de que le paguen por hacer exactamente lo que le gusta, es de por si el infierno. Puesto que este, sobre todo el porteño aunque también el bonaerense, es:

A: Quejoso.
B: Llorón.
C: Blando (medio maricón).
D: Ególatra.
B: Fanfarrón.
C: Ignorante.

De manera que todo irá bien siempre y cuando tenga algo con lo que putear, mejor aun si este algo le permite vanagloriarse por su propias virtudes -las cuales ignora-, y no pone demasiado en evidencia su falsa erudición, o lo que es lo mismo, su completa ignorancia acerca de lo que está versando. Por ejemplo: El argentino promedio dice haber leído a Borges, y todo marcha de la manera correcta hasta que a algún imbecil –Que será catalogado por el resto de su vida como pedante de mierda- se le da por preguntar qué carajos habría querido decir Borges cuando escribió la “Biblioteca de Babel”. Ahí todo se jodió; si no lo vio por Discovery Channel o no se lo contaron, difícilmente pueda dar una respuesta, difícilmente haya leído el cuento, difícilmente no termine en golpiza.

Si te inhiben la capacidad de quejarte por el trabajo, a nivel personal ¿De qué vas a renegar? Esto sin tener en cuenta de que vivís en un país no de mierda, sino con gente de mierda; que probablemente odias a tu mujer, y que quizás no soportás a tus hijos. Sería como estar confinado a un edén donde todas las mujeres son altas, rubias y tetonas… un prostíbulo soñado, pero edén. Este espécimen nacional jamás osaría preguntarse qué pasará después del hastío, ya que se le ocurre como imposible, que jamás llegara, nunca se le caerá una puta idea –como me ocurre a mi en este momento-.

El argentino promedio ha heredado los vicios de sus raíces, la testarudez, la afición por romper las pelotas con los lamentos y la nostalgia irresoluta. También ha adquirido nuevos: su cosmopolitismo berreta, la necesidad de no ser tan argentino -porque no hay cosa peor que al criollo lo reconozcan como tal-, el berretín por los dólares, el afán por la vida fácil y la puta desidia no pensar, total para qué, es perspicaz, para esas arduas tareas existen los japoneses y los filósofos.

Quizás el peor defecto del argentino promedio sea ese adolecer cuasi patológico de facilismo, del peor, del intelectual. Todos somos grandes escritores de cuadernos Rivadavia tapa blanda, ninguno de nosotros será Homero Mansi.

Este texto es, en si, la demostración de que puedo estar todo el día sin que se me caiga una puta idea sobre qué escribir, de que soy argentino, y de que el amor de una poeta -a la que se le dio por existir- me está llamando.

Este texto es lo suficientemente enmarañado como para que digan que es interesante o para que genere reacciones… para mi es solo otra pérdida de tiempo.

Por cierto, estoy pensando en dar de baja el blog, así que si no vuelvo a escribir por acá no lo lamentarán más de dos o tres personas.

19 noviembre 2006

Mariana de Noche

A veces los sonidos me llevan hacia donde las palabras nunca han podido, revelan mi alma, sus contradicciones y sus fuertes dolores existenciales. No importa si la guitarra está ya cansada y solo tiene cuatro cuerdas como en este caso, lo importante es tener el rapto de locura y la persona indicada. Aunque los dolores de la tendinosis me impiden tocar como antes, esta vez valió la pena.
A la Poeta de las noches que siempre me falta, Mariana de noche.

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