02 julio 2007

La cólera del Argos (Mano izquierda)

Y finalmente sucedió lo que todos -o lo que es lo mismo: yo y todas mis subdivisiones- temíamos, la mano izquierda dejó de funcionar.

Sucedió como era previsible, primero los espasmos, luego los dolores inenarrables y finalmente la movilidad reducida. Aun logro mantener una velocidad más o menos aceptable entre lamentaciones palindrómicas y pastillas piadosas, que me permiten utilizar los dedos anular y meñique de la mano mencionada. Pero la verdad -o la triste realidad- es que esta precaria situación me quita todas las ganas.

Como el atento lector habrá caído en cuenta, mis letras y yo no tenemos una buena relación, somos dos universos paralelos con puntos de encuentro azarosos de los que rara vez sale algo decente, aunque la mayor parte de las veces sean imprecaciones enjundiosas que resultan, a la larga, impublicables.

Afortunadamente, lector, mi talento no sobrepasa la medianía, en otras palabras: la mediocridad suntuosa e infertil de tanto imbécil que escribe, de modo que no se perderá nada importante para la historia futura de la literatura universal por el simple hecho de que decida, arbitrariamente, escribir menos.

Aun así, prometo escribir para aquellas dos o tres personas que, de manera insospechada, disfrutan de estos escritos y visitan esta casa.

De más está decir que este no es un epílogo sino un espacio que tu, lector, has de sufrir por mi deliberada irresponsabilidad.
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