La ciencia es al fin un punto de vista, El punto de vista hegemónico del presente. Los hombres de ciencia han de devenir en profetas (si es que aun no lo han hecho, esto luego lo discutiremos), y entonces conviviremos entre las dos tiranías, la de los metafísicos y la de los cientificistas ¿Cuál será peor? La primera por estos tiempos va mostrando sus fisuras a causa de la segunda, tanto así que ha debido complejizar su mentira, renovándola, sustituyéndola, engañándonos, usando el perspectivismo como herramienta – ese perspectivismo que tanto odiaron en su pasado poderoso de sangre y fiebre– que los profetas quisieron decir esto y no lo otro que se encuentra fehacientemente escrito. Esta vergonzosa danza proviene ya desde el duro golpe de Copérnico, hasta la bofetada de Darwin, y más, mucho más; cito aquellos dos puesto que son los más conocidos por todos en general.
Pero esta lucha sin cuartel no es nueva, se ha dado como dijimos antes siempre a lo largo de la historia, la generación de una nueva religión, de un nuevo linaje de dominadores (otrora dominados) que destruye a los anteriores devolviéndolos a su escalafón anterior (de dominados). Pero hay algo relativamente innovador en esta fase de la lucha entre dos tipos de cultos, esta vez se confrontan el dios metafísico y el dios “razón” (Que lucha por adquirir su eidos metafìsico), esta batalla a muerte comienza si no antes en el siglo XVIII con aquellos pensadores utopistas que veían mas ingenuamente a la razón como dogma, e ideología.
La ciencia, según mis cavilaciones me indican, es una religión en construcción, cuyo dios es el “conocimiento”, el paradigma, y la Razón; las vestiduras de profetas recaen en los científicos. De esta manera se logran las dos cosas primordiales, la formación del aparato de adoración, y la ideología (ya no con ingenuidad, sino como aparato de ejercicio de poder), que deviene de la formación de la religión misma. Si acaso piensan que esto no es así les recomiendo que recuerden la ultima vez que han escuchado a un hombre de ciencia, y que me digan si no escuchaban sus palabras como si bajara del mas allá, con el halo de verdad dado por su investidura: ¿Una verdad revelada? Porque al cabo, a pesar de la creencia de la verdad en si, como valor inherente a la naturaleza, es por demás claro que la verdad tiene más o menos valor dependiendo de quien la enuncia.
Más de uno de estos neo-profetas, saldrá de su madriguera a contrariar esta concepción – que no es nueva, ni original, ni nada por el estilo – pero es de esa manera y no de otra como se encubren las construcciones, por medio de la negación.
Esta nueva religión con el tiempo mantendrá los principios y las normas del antiguo mito que sean utilitarias a su modelo de población, dominación y hegemonía (porque así lo llamaran, como hacemos nosotros mismos con las creencias anteriores al advenimiento de la religión de occidente).
El antiguo culto se formo por tres cosas, cuyo orden quedara para otro momento: por la necesidad de mentirse, por la necesidad de explicación, por la necesidad de dominación. Estas tres son correlativas y casi simultáneas, pero su ordenación no es justamente la que doy aquí, cosa que cavilaremos más adelante.
En estas tres concepciones la ciencia resulta más eficiente que el culto anterior; su fundamentación se encuentra en una oscura presentación: que el Saber científico es asequible a todos. Suena bonito, y casi es una pena que sea una artera falacia. Lo mismo se daba con la adoración del antiguo dios, todos podían llegar hasta él, aunque prontamente este se fue alejando del común, excepto para reprimir, violentar, y controlar; y luego en un sopor estúpido, perdonar; puesto que no hay mayor violencia ni represión que la que se encuentra en el perdón celestial y absoluto.
El ejercicio fundamental del conocimiento se encuentra reservado a unos pocos, el resto (el gran resto) solo recibe de el la dura violencia de los que lo ejercen.
Todo esto es demasiado simple, y no por ello equivocado, podría decir, viendo las pautas en las que se desenvuelve el presente, que cuando el sueño democrático al fin muera, sobrevendrá la tiranía tecnocrática, así como en su tiempo lo hizo la teocracia, aunque este y aquel sean lo mismo aunque con diferente máscara y mecanismos de refinación superior.
Ahora, y a manera personal, me pregunto: Para qué pensar en estas cosas si el mundo a devenido en una fabrica de pelotudos a gran escala. Lamentablemente ya a nadie importa estos temas, a nadie interesa los mecanismos de dominación que nacen con la conjetura de una verdad Aristotélica, de los cuales, al final, se convertiran en una despreciable mercancia... a nadie ya le importa nada mientras tenga DVDs, las camisas de moda y modernos celulares. Lo inquietante no es tenerlos, sino basar en ello la felicidad -como tristemente veo a diario-. Como dijo Nietzsche hace tantos años ya: "El hombre prefiere querer la nada a no querer"... pobres los hombres que han de venir despues de nosotros, que ya no tendrán siquiera una Nada digna.