09 abril 2006

Metáfora sobre el día gris

Afuera se anuncia el preludio de la tormenta. Adentro la tormenta aun no acaba de terminar. En el medio, un abismo que nos separa de día, y una eternidad nos media en las noches.

Caen las primeras gotas sobre el ventanal que da hacia el jardín, miro las siluetas que dibujan sobre el vidrio con singular indiferencia. No puedo dejar de pensar que esta noche será igual a todas las anteriores, fabricando extensos diagramas dialécticos para importantes señores lindantes con la mediocridad, que suelen pagar bien aunque irregularmente.

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“All along the watchtower”, irónicamente correcto para este momento; mientras que, lapicera en mano, voy destruyendo mis últimos atisbos de escritor ¿será que tantas horas sin descansar obnubilan la mente? Lo cierto es que estoy disperso, pienso en la historia del mundo, que al fin y al cabo se reduce, casi litúrgicamente, en lo que soy.


¿Qué estará haciendo Joaquín? ¿Estará jugando, durmiendo, haciendo espectaculares escenas de caprichos que al final siempre terminan enterneciendo? ¿Estará pensando en mí? ¿Sabrá que lo triste de mis lágrimas son por no estar? Quizás alguno de los hilos que sostienen el universo nos estén comunicando en este momento y el ensayo de mi beso no quede en la nada; quizás estemos, en este momento, mirando la misma estrella que pugna por escaparse del estupor gris, y sea eso lo que acorta el margen del tiempo y del espacio… ¿Tiempo y espacio? Poner esto en esos términos es como poner al amor en función de las leyes de la termodinámica. La trascendencia de las almas se basa en pequeños cataclismos, luego se encadenan, y forman una especie de formal – nominalidad que solemos llamar linealidad temporal, aunque lo hacemos de una manera descarada.

Un comentario estos últimos días me sorprendió. Una persona que con el pasar ha devenido en una de mis mejores amigas me dijo: “Te colocaría en la lista negra de mis libres pensadores”, lo que, dado a las cosas que suelo escribir, y que aquí aun no publico, es una especie de halago. La respuesta es única y constante: Pienso y escribo esas cosas para no hacerlo sobre las cosas realmente trascendentes. Aunque esas cosas importantes sobre las que debiera pensar lo son para mi, y no para el resto de los hombres.

La mueca de mi sonrisa es gris, hoy pienso en una única persona, la que casualmente no está, aunque en realidad no hay casualidad en ello… hoy no hay juegos dialécticos que me distraigan de su ausencia…

Afuera la tormenta ya es un hecho, y descarga toda su furia sobre la espalda cansada de la tierra. Adentro la tormenta devino en guerra, la cual ha dejado un solo perdedor, el mismo de siempre, la misma parte de mí que usualmente suele perder en los solitarios cuartos de esto a lo que empedernidamente llamo hogar.

Sé que mi soledad ya no es existencial, sé que hay alguien que me espera para jugar entre camioncitos y sonrisas.

La mueca de mi sonrisa sigue gris, pero tiene algo distinto… tiene esperanzas en mañana. Y mientras tomo las llaves para salir, levanto los ojos, veo el cielo cubierto de una vez, siento algo extraño, un extraño candor en uno de los girones de mi alma… Sé que Joaquín en este momento está pensando en mi.

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