16 mayo 2007

El plagio amistoso y la atenta búsqueda

Es verdad, no estoy escribiendo, pero es la carencia de tiempo lo que atenta contra mis letras, tanto contra las recreativas como las que aquí se presentan, como contra las mercenarias, las que salen exclusivamente por dinero.

Más allá de aquel inconveniente, hoy estuve toda la noche buscando una poesía o verso para regalarle a Mariana. Recorrí mis vastas bibliotecas sin esperanzas, presintiendo ya que todo esfuerzo sería en vano. Tome un volumen de Neruda que alguna vez me regalaron y que, para desgracia de mi orgullo, aun habita en algún anaquel indefinido.

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Neruda… con el solo hecho de nombrarlo vienen a mi mente imágenes de vulgaridad, de señoras obesas frente al televisor un domingo por la tarde llorando por todo aquello que su ignorancia acerca de la vida le ha vedado en saber. Por ende, no era una opción.

Recorrí los más variados parajes de la literatura buscando un solo fragmento que fuera digno de mi poeta. Dos cavilaciones vinieron a mí: cuántos libros se han escrito en la historia de la humanidad que recaen en una especie de tautología ignota. Esto no es original, algo similar dijo Borges con menos palabras y más talento. Pero lo maravilloso es la imposibilidad de conocer aquella tautología ya que los libros son, en términos reales de existencia humana, infinitos.

La segunda cavilación cayó por decantación y en forma de puñalada ¡Cuántos escritos tienen su justificación absoluta en tan solo una frase, la cual, de hecho, podría prescindir del resto de la obra!

El amor precisa de los contubernios, de las confabulaciones esperanzadas, de una noche en vela, del lado amable de la locura, entre tantas otras cosas que mi lengua autodidacta no quiere o no puede encontrar. El amor, al fin, necesita del amor o de su anhelo para poder subsistir.

Al final di con la frase que buscaba hojeando cierta obra de Sthendal a las 7 de la mañana, palabras que pertenecen a Schiller y que el francés, a modo de plagio amistoso, tuvo la delicadeza de exponer:

¡Fascinación! Del amor posees toda su energía, todo su poder de experimentar dolor. Solo sus placeres deliciosos, sus dulces goces están más allá de tu esfera. Yo no podía decir al verla dormir: “Es toda mía, con su belleza de ángel y sus dulces flaquezas. Hela aquí en mi poder, tal como el cielo la hizo en su misericordia para encantar el corazón del hombre”.

1 comentario:

lagave dijo...

"Toda palabra está de más cuando existe el deseo, además hablar lo anula: no hay palabras para expresar el deseo, palabras corrientes que sólo sirven para falsearlo, enmascararlo, mitigarlo o destruirlo. El lenguaje articulado no es materia que se avenga con el deseo - me refiero a la lengua oral, las palabras volátiles -El poema, por el contrario, se amolda al cuerpo, el poema es afín a la voz, a la piel"
Camille Laurens - "Entre esos brazos"
No sé que tienen los franceses, la verdad...

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