28 agosto 2007

El blues de los veintiséis

“…Yo mismo por entonces carecía de nombre. En la enorme cárcel en la cual me hallaba recluido, yo era únicamente un número y una letra de una pequeña celda en un largo pasillo, uno de los mil números sin vida y una de las mil vidas muertas”. De profundis. Oscar Wilde.

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APROXIMACIONES

Quizás se deba a que nunca aprendí a interpretar los sueños y el vuelo de las aves, o a que la mala costumbre de pensar me llevó siempre a mirar con cierto desdén el pensamiento mágico de los horóscopos. Pero lo cierto es que estaba allí, sentado en un café de la calle Corrientes, con la cabeza entre las manos, tratando de escribir una especie de poesía en la más absoluta y escéptica de las soledades; cavilando que, en realidad, no me vendría mal un poco de esa magia apócrifa que tanta adicción genera en aquellas personas aterrorizadas por saberse responsables de sus propias maquinaciones.

Al fin y al cabo, el 25 comenzó de manera nada espectacular, no hubo ninguna ruptura espacio temporal que indicara que ese mismo día estaba yo cumpliendo veintiséis años y que abandonaba formalmente mi primera juventud. Veintiséis años en términos históricos es la equivalencia soñolienta de un estornudo del César; en Ruanda es, con suerte, toda una vida; pero veintiséis años en Buenos Aires, a las siete de la mañana y sin poder escribir, es la muerte de todas las aspiraciones literarias que pudiera alguien tener.

La muerte autoral lleva ya demasiado tiempo, apenas si en el último año he escrito una media docena de relatos decentes y una docena de poemas, consagrados la mayoría de ellos al letargo arenoso de mis letras, y tengo miedo. Veo que me hago cada día más viejo y que aun no he hecho ni dicho nada trascendente.

LA RESPONSABILIDAD DE LA ESCRITURA

Que este páramo sea elevado, no amilana su realidad de yermo reseco, donde la altura es el frío en los huesos y en las letras, y donde el hastío se mezcla con la conjetura de que lo que busco está mucho más allá de lo que mi manos pueden asir.

Muertas las letras sólo quedan los amigos y los placeres hedonistas. Aunque muchas veces los buenos amigos no comprenden que el trabajo del escritor no es tanto escribir como ser los sueños de una generación enceguecida por la multifactorialidad de los sucesos y que, a veces, es necesario dejar la vida en ello, revalorizando la idea romántica del arte. Los placeres sensuales ya no son lo que eran, la mitad del mundo se debate entre internet, pastillas antidepresivas y guerritas hermenéuticas, mientras la otra mitad carece de tiempo para esas pretensiones, contentándose con poder cenar sin morir en el intento. Y en el entretanto, yo, en la austeridad de mi deshilachada nube desierta cumplía veintiséis años, preguntándome si ya todos los libros son póstumos o etcetéricos, si el orbe y sus engendros han dado muerte a la literatura, o si finalmente el último bastión del género fantástico es el psicoanálisis.

Hoy que las musas han muerto y que la magia intangible de sus raptos líricos han sido declinados en pos del esfuerzo, se ha llegado al sofisma de que cualquiera puede escribir, una mentira piadosa y terrible por partes iguales, que ha dado fin a la buena literatura y a los libros bien escritos, que no son lo mismo pero que si son igualmente importantes. Esto puede demostrarse en Argentina, donde el último gran escritor hace ya muchos años que ha nacido, dueño de una de las mejores obras que he leído –Los Sorias.

Estimo que mnemosine –la musa más importante- no ha muerto, que sólo ha cambiado de nombre; que podríamos llamarla “Idea”, y definirla como esos cinco segundos en el que el mundo se detiene y las estructuras de un argumento aparecen de lleno ante nosotros. Donde es necesario el esfuerzo es en el desarrollo posterior. Si alguno de estos puntos fallan estaremos ante un mal escrito, ante una apología de lo macabro: la mediocridad.

En la difamación de las musas –que yo tiendo a reducirlas a una y llamarla “Idea”- ¿qué duda cabe que han intervenido la patria periodística? Paradójicamente, la virtud del escritor de prensa es la mediocridad literaria para responder preguntas simples de una manera eficiente. No hay mucho que pensar, solamente poner las cinco W acomodándolas de una manera conveniente. La presencia de la musa es, cuando mucho, una molestia. Deberíamos, como una obligación utópica, crear una prensa poética de alto vuelo literario, que fuerce al lector a la tortura inmediata de alejarse del televisor para retomar a Shakespeare, a Blake o a Allan Poe. Pero lo gracioso de todo esto es que mientras el mundo literario se desintegra yo estoy cumpliendo veintiséis años, y estudiando periodismo para ver qué tanto podemos cambiar las cosas. Pero nunca me sentiré periodista, nunca relegaré mi débil y pequeña poesía… o por lo menos aun no lo he hecho.

La realidad, dura y Aristotélica, me dice que el presente es trágico y el futuro desesperado, pero sé que relegarse a la añoranza de un pasado luminoso es por lo menos todo un acto de perversión, aunque toda mi generación podría circunscribirse a un epigrama que sería, en definitiva, una estela corta y desgreñada de mala literatura, poesía menor y prensa rimbombante.

Lo único que me consuela es que estas cavilaciones sólo suelen darse una vez por temporada, y que doy por cerrada la de esta como un largo blues de los veintiséis años.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido poeta: Es más difícil la existencia con los pies siempre en la tierra, que volar y borrar de un virtual codazo las atroces imágenes emanadas del espejo. De ahí que existan las cartas astrales y las lecturas de sueños y las adivinaciones. Para creer por un momento, que somos dueños de todo aquello que no se puede palpar.
En respuesta al que imagino debe ser tu interrogante, te cuento que lo que acaece, es probablemente, un montón de revelaciones, que juntas habrán de formar la idea.
veintiséis es el número. Como también lo serán otros, porque de sucesiones estamos hechos. Lo más importante es que en cada momento expresás algo que repercute, llega y cava profundo, permitiéndonos a tus lectores nuestras propias cavilaciones. No deberías privarnos de tu palabra.
Te leo.
Sole C.

Puravida dijo...

Es indudable el deterioro que vive la literatura, o la buena literatura si se quiere, y de eso seguramente sabés mucho más vos que yo.
Como también es cierto que la prensa, no se exige a sí misma más que la inmediatez informativa y la exclusividad, como también el amarillismo.
La idea de una 'prensa literaria' suena utópico, pero no por eso imposible. Creo que se puede hacer la diferencia, creo que se pueden decir y hacer cosas trascendentes.
Solo no dejes que tu pasión e ideales se mueran, no dejes que tu poesía muera, no abandones al escritor que llevas dentro... tus palabras pueden hacer una diferencia.

Te Amo.

Anónimo dijo...

UN BUEN POETA, JAMAS PUEDE LLEGAR A LA GLORIA TOMADO DE LA MANO DEL PERIODISMO, UN BUEN PERIODISTA SABE MUCHO MAS DE LA VIDA QUE DE LETRAS, PALABRAS Y FRASES EN MUCHAS OCASIONES VOLCADAS EN LIBROS QUE FORMAN PARTE DE UN GRAN NEGOCIO. AMIGATE CON EL SISTEMA Y LA VIDA, SOS UN EXCELENTE POETA PERO, AMPLIA LA VISIÓN. PROBABLEMENTE QUIZAS, TRIUNFEN TUS ESCRITOS PERO QUE TUS ESCRITOS LLEVADOS A LO QUE VAS A SER DE TU PROFESION DIGAN ALGO, NOOO. HAY QUE MIRAR OTRAS POSTURAS Y ACEPTAR OTRAS CUESTIONES PARA TRIUNFAR.

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