24 diciembre 2006

El mañana vendrá

La mañana me encuentra otra vez sin haber dormido, perdido en largas cavilaciones.

En mis años idealistas suponía el Ser como la “Mismidad”, algo así como ser en si mismo. Más luego vino la depresión basada en la decepción con los hombres. ¡Tarde comprendí que la “Mismidad” donde había construido mi hermoso templo era no más que un recurso de enunciación!

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El hombre que decepciona suele ser en tanto los demás, es el hombre del discurso que yace tan vacío como su interior. Precisamente, le ha quedado lo menos preponderante: la cáscara de humanidad.

Sin embargo, a veces encuentro esas grandes almas que caminan desorientadas por los avatares de un mundo cada vez más abstracto y retórico, donde la misma oralidad y el contacto están siendo destruidos por la infamia de las telecomunicaciones, que tienden a encerrar al hombre, a convertirlo en un esclavo blanco de sus propios chiches tecnológicos, como una representación en miniatura aquellos míticos elegantes blancos que eran el regalo-castigo de los emperadores chinos.

Esos espíritus descolocados de esta sociedad que no los comprende son los que despiertan mis esperanzas, como un catalizador que me devuelve a las viejas magias dándome las fuerzas para seguir escribiendo –secretamente, en tumultuosas cartas- para ellos. Borges siempre jugó con una nota del poeta ingles Coleridge: “Si un hombre atravesara el paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿Entonces qué?”. Son esos poetas del porvenir los que me aseguran la posibilidad de un futuro distinto… son la prueba, la flor en las manos.

Hoy desperté con la desesperada necesidad de escribir después de tanto tiempo de lograr no más que esmirriadas interconexiones de palabras; hoy desperté con la necesidad de que el humanismo fuera nuevamente posible, no hoy, sino con suerte cuando la mayor parte de los vicios que portamos hayan muerto con nosotros, puesto que somos incorregibles. Solo unas pocas almas –siempre demasiado pocas- serán lo suficientemente cristalinas como para no corromper el mañana, y que este sea posible. Pero en este mundo corrupto y chabacano, donde ser es ser el otro, como una fotocopia existencial que no aproxima rasgos, sino que calca o expulsa ¿Cómo es posible que puedas existir vos que sos distinto, y que por eso mismo caminas a tientas entre la neblina popular de decir y no hacer, ni creer en lo que se dice?

No sé si puedo ofrecer esperanzas, cometer la infamia de pensar o actuar de una manera distinta equivale al epíteto de “Loco”. Pero lo gracioso es que hombres tales como Einstein, Gandhi, Pascal o Van Gogh fueron primariamente “locos” para el pobre resto que no podía comprenderlos. La genialidad fue posterior, luego de años de injurias.

A veces cierro las puertas de esta fortaleza solitaria que me he construido, y enarbolo la vieja bandera de: “Quien no comprende no merece comprender”. Pero en las mañanas me levanto con este afán irreducible de vivir, con esta esperanza arrolladora que me salva del nihilismo… vos me sacás de ese oscuro abismo de la negación, en este sentido soy yo el que tiene que agradecer y no viceversa, porque vos sos la última esperanza de un mañana que rompa con esta sucesión progresiva de hoy que tantos años a durado.

A Joaquín Augusto y a Mariana Andrea.

1 comentario:

lagave dijo...

Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.

Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.

Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.

Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.

Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.

Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.

Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.

El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban.

Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.

Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.

Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.

Pablo Neruda, por supuesto.
Te ayuda a entender algo de la sequía intelectiva y el descontento sobre lo que escribes?
"Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas" Hermoso momento, disfrútalo y no pienses más.Por un tiempito al menos....

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