12 noviembre 2007

Memorial de una crónica con pocas ganas

HURACÁN GOLPEÓ A RIVER EN EL APERTURA

Luego de encontrarse en desventaja, el equipo dirigido por Osvaldo Ardiles logró dar vuelta el resultado y hacerse con el triunfo 2-1 frente a River Plate.

Los dos debían ganar, por diferentes motivos, pero debían ganar. Huracán para cerrar una temporada exitosa en su regreso a la categoría máxima del fútbol argentino. River Plate para mantener sus -remotas- chances de llevarse el torneo apertura, para romper con un cúmulo de temporadas sin títulos. Aun así, el técnico Daniel Pasarella, con el objetivo puesto en la revancha contra Arsenal de Sarandí por la copa Sudamericana, presentó un equipo mixto, conformado por varios suplentes y juveniles; por lo que la derrota no dolió tanto a la ya convulsionada hinchada de River, aunque indudablemente dejó el sabor amargo de una nueva derrota.

Durante el primer tiempo, el desarrollo del partido favoreció al equipo de Núñez, que con un planteo inteligente presionaba al local. Este, con una formación estática no se mostraba práctico a la hora de salvar la mitad de la cancha y despejar el peligro cada vez más cercano a su valla. En las tribunas se percibía cierto escepticismo, no tan pronunciado en la tribuna de Huracán, ya que ganarle a un grande de la envergadura de River siempre es un punto de motivación; pero si en los hinchas de River, el aburrimiento especulativo del encuentro –más allá de algunas acciones de riesgo sobre el arco local-, no prometía gran cosa, en otras palabras, ofrecía lo que ya es usual en la etapa Pasarella: aburrimiento y la posibilidad cierta de una nueva derrota. En los diálogos internos, con cierta acritud se pide la cabeza del técnico.

Alrededor de los 20 minutos el partido se equilibra y comienzan situaciones de riesgo moderado en ambas aéreas. Las tribunas siguen con impaciencia el poco fructífero trámite del partido. Llega Huracán al arco visitante y por poco se queda con la apertura del marcador, pero en un fugaz contrataque, luego de una pared con Andrés Ríos, Sixto Peralta la picó ante la salida del arquero: Gol, no un gol de antología, pero al fin gol. El festejo tardó unos instantes en producirse, los hinchas del club de Núñez se miraron incrédulos entre si, como si un hecho fuera de lo común hubiera ultrajado la oscura monotonía del partido, era un gol que los ponía en ventaja. Era, de hecho, algo poco común en estas últimas temporadas.

Sobre el final del primer tiempo una catarata de insultos póstumos corre hacia el campo de juego. “Eso es penal hijo de una gran p…”, espeta un hincha visitante al árbitro y toda la tribuna empuja. Una larga corrida de uno de los juveniles debutantes en este encuentro, un defensor local le cometió infracción dentro del área. El árbitro la cobró afuera. Una hinchada insulta ante la posibilidad impensada de aumentar la diferencia, la otra suspira por esos mismos motivos; el réferi: mutis por el foro. Así termina el primer tiempo.

Para la segunda parte Osvaldo Ardiles mueve el banco y le da entrada al veterano Antonio Barijho. El cambio surte un efecto inmediato, Huracán se muestra más ofensivo, más dispuesto al juego abierto. El equipo visitante, conformado por juveniles y por habituales suplentes –muchos de los cuales, se preguntan los fanáticos el porqué no les han dado aun el pase a retiro-, quiebra la barrera de la prudencia y se entrega al franco retroceso, en desbandada, casi con temor. Se percibe en el aire, en el campo, en las tribunas, pero el gol ‘quemero’ no termina de llegar. A los 14 minutos del complemento, la actitud temerosa del visitante da lugar al desborde por izquierda; centro, cabezazo y gol. El Diego Maradona entra en frenesí, la hinchada de Huracán festeja el principio del final de un grande, por lo menos en lo que se refiere al torneo local.

El partido empatado. La perplejidad de los espectadores visitantes comienza a tornarse en resignación, una pesadumbre que da paso a la maledicencia sobre el técnico, que se repite vez tras vez, como una oda circular de Wagner. La tribuna local es pura algarabía y aliento, empuje y festejo; ven una victoria próxima y posible, el griterío ensordecedor es la inyección anímica necesaria para que huracán tome el centro de la escena en el sprint final.

A partir de ese momento y con el partido en tablas, Huracán sacó a relucir todo su rodaje y experiencia en la segunda categoría del fútbol argentino, y pocos minutos después llegó lo que quizás todos esperaban, un derechazo de Sanchez Prette que se incrustó en la red del arco visitante, y que destruyó el endeble sueño de los juveniles de Pasarella. El jugador local lo gritó con desahogo, con toda el alma, como se debe –según los entendidos-. Barijho también lo grito, pero de cara a la tribuna visitante, más como un fanático de Boca que como un jugador profesional. Esto incitó la ira del público que arrojó al campo todo lo que tenía a mano y provocó la suspensión del partido por unos minutos.

El segundo gol de Huracán sentenció el final del encuentro faltando más de 20 minutos para el cierre –más allá de los tumultos provocados por la insensible estupidez del delantero de Huracán-. River tropezaba una y otra vez con la inexperiencia de sus debutantes y con la morosa mediocridad de los habituales suplentes. Huracán siguió buscando hasta el final, River ensayó algunos cambios inefectivos y todo terminó como la lógica de un partido opaco y chato lo indicaban. Al final de cuentas, a River le quedará el triste consuelo de una revancha con Arsenal, por la copa Sudamericana, un consuelo con gusto a poco que mira desolado y con añoranza la historia de un club que fue grande y cuyo presente huele a fracaso no sólo deportivo. De un lado esto. Del otro lado fiesta, los “quemeros” están de fiesta y la tienen merecida.

3 comentarios:

C. dijo...

Conste que no tengo nada personal contra el equipo de Núñez...

ana dijo...

Hola otro.
Hay muchas cosas que no entiendo, muchas, pero muchas. Una de ellas es el futbol, pero igual le� tu nota y no comparto con Argos y el Escritor que �escribir sobre deportes es rebajarse, mancharse con un estrato inferior del plano intelectual�. Creo que ning�n tema mancha ni es inferior para un escritor, s�lo debe estar bien escrito, elevar el texto a un plano superior de la intelectualidad y para m� lo lograste, amigo.
Gracias por ese �Ana de letras�, me encanta aunque no lo merezca.
Abrazos

C. dijo...

Hola mi letralia Ana.
tenés razón en eso de que no existen temas grandes o pequeños, lo que existen son escritores con talento o sin él. Pero acá entra en juego la subjetividad, escribir sobre cierta cuestión, no es solamente escribir sobre eso, sino para la gente que es afín al tema que estás tratando; y a mi, en este caso, me resulta un tanto desagradable, como si me estuviera manchando los dedos. Pero por eso mismo digo, esto es subjetividad.

Pd. Quiero poemas más seguido.

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