01 abril 2009

Alfonsín

Voy a pecar de antipático. La muerte del ex presidente no me causa ninguna tristeza en particular. Hay algo más interesante que la muerte de Alfonsín y es ver -como muy pocas veces se evidencia- los mecanismos de la historia en acción. Hoy la historia está sucediendo, es evidente e inevitable.

Las cosas importantes -las buenas, las malas y las cuestionables-, las hizo en vida. Su deceso no es más que una efemérides futura, una eventualidad. Por lo que ceder a una reivindicación postmortem es un intento de expiación de los vivos, siempre tardía y siempre falsaria. Toda una hipocresía.

Hoy es un día de necrológicas y de ditirambos, donde nadie o casi nadie se ciñe a lo que debiera ser realmente trascendente, que no es la defunción del caudillo radical sino, justamente por su fallecimiento, la reflexión sobre la actualidad de nuestra vida democrática.

De la vida del hombre se encargarán con vulgaridad los biógrafos, como hoy lo hace la prensa con su muerte. A nosotros nos corresponde, como una obligación ciudadana, pensar.

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