12 febrero 2006

XII (U otra de las elucidaciones sin ganas).

Cada hombre es -con variable profundidad- fundamento y refutación de si mismo, por esto y más, cada hombre es un pasajero de la angustia, o lo que es lo mismo, de su propio rechazo. Cuántas veces he llegado a la conclusión de que no se cree en el azar por la simple razón de que es un acto temerario.

Allí donde el azar no puede disimular su existencia aparece la sombra amarga de la soledad; pero no la que se satisface con la presencia de un variable "alguien más", sino la soledad existencial y el pánico.

En cierta manera somos participes de la misma circunstancia, y devenimos en compañeros de naufragio... y es allí, en los violentos arrebatos del existir donde se busca desesperadamente el elemento salvador que mantenga a flote nuestros sueños. Porque al cabo... los sueños son nosotros mismos en la confrontación plena de la necesidad de vivir, son el recordar que aun existimos. La realidad -con distinta suerte- irrumpe y difama estas fantasías, quiebra sus espaldas de a golpes fraudulentos.

Pero somos hombres y buscamos escapar de la constancia de la angustia, así logramos en forma constante inventar nuevos delirios... ¿Qué sería de nosotros si no fuéramos mistificadores? No lo se... el realismo es una rara utopía que roza el estoicismo en su versión más sórdida. Son esas mordaces invenciones los pequeños prodigios que nos sustituyen de nosotros mismos, los que nos hacen dioses... Hoy soy dios, hoy he aprendido a asumir la responsabilidad de mis mediocres artilugios.

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