22 octubre 2007

Los apuntes de Marie

Día I

Muchas veces siento miedo al escribir sobre mí, ya que tiendo a confundir el pasado real con lo soñado y lo soñado con lo literario, si es que acaso existe alguna diferencia terminante entre lo uno y lo otro. Quizás, con el tiempo lo vivido y lo soñado se transforman en un híbrido que nos mantienen a salvo de nuestra propia historia, vivencias que cubrimos, como siempre digo, bajo el tierno manto luminoso de la nostalgia –aunque siempre te reís cuando lo hago-.

Seguir Leyendo...

Muchas veces me duele recordar, me cuesta recordar, porque es de alguna manera violar esos mágicos despliegues de una inocencia que ya no poseo o que tal vez he imaginado poseer alguna vez. Por lo tanto, hoy que me tiemblan las manos frente a estas teclas escribiré lo que salga, sea sueño, realidad o ambas cosas… al cabo, hay quienes dicen que el tiempo, a lo largo de una eternidad, encuentra justificaciones a todas las cosas, y que somos nosotros los demasiado finitos, los demasiado breves, los demasiado humanos. Otros, probablemente más fantasiosos o humanistas, afirman que existe algún tipo de dios benefactor que nos perdonará en su momento por nuestras decisiones, o más bien, por los aspectos negativos de estas, que en este caso serían estas líneas que escribo con el arbitrio impune de mal escritor.

Hoy, que te escribo y a la vez me escribo, me gustaría tener en las manos aquel viejo libro de Machado que siempre permanecerá en mi imaginación tan tuyo, aquel de las tapas coloradas y las páginas ya teñidas de tiempo. No sé por qué, ya que los años de ciencia fueron liquidando de a poco la mayor parte del pensamiento mágico que pudiera llegar a albergar, pero sin lugar a dudas sería una especie de amuleto, una madera de flote en este continuo naufragar, una manera simbólica de tenerte cerca a pesar de las distancias que nos median de destiempo y kilómetros.

Machado, español y tipo raro, que paradójicamente me enseñó la mayor parte de la poesía que he conjeturado a lo largo de este tiempo. Aunque después, con los años, me llegaron otros poetas más relevantes -sobre todo los viejos franceses locos-, ninguna poesía en libro tuvo en mi ese carácter de fundacional. La otra poesía, la más importante, la de todas las cosas de la vida, me la enseñaste sin necesidad de libros, sino en base a unas pocas palabras y a mucho accionar esmerado, como una guerrera estoica que sin importar dónde iba a pelear sus batallas, pequeñas batallas cotidianas, las que sin lugar a dudas son las más heroicas. Hoy quisiera tener ese pequeño libro de Machado y no otro que pudiera encontrar en mis bibliotecas ya desvencijadas por el peso de los volúmenes, sino ese, el pequeño libro de tapas rojas, por el que daría los miles de libros que desbordan mis anaqueles.

Día II

Sigo escribiéndote la carta, pienso que en tiempos de buenas letras la hubiera terminado en un par de horas a lo sumo, pero últimamente ando con las letras en baja, como suele pasarme cuando la tristeza que me es inherente se termina por adueñar de todo. Creo que siempre pensaste que era bipolar pero que nunca me lo dijiste, justamente, por miedo a que lo fuera y que la noticia desatara una de mis tormentosas odas coléricas por las que tan bien se me conoce y que tantos problemas me ha traído. Con esto recuerdo nuestras largas jornadas en lúgubres hospitales atestados, ya que el muchacho había nacido con la cabeza fuerte pero con el corazón débil. Quizás haya sido allí, en esas largas esperas, estudios, ensayos, articulaciones, nuevas esperas, nuevos estudios, nuevos ensayos, nuevas articulaciones y al final la perplejidad médica al no dar con la causa, donde me nacieron el instinto filosófico y el voccare medicinal, donde vos me diste libertad de elegir y yo, como casi siempre, elegí mal.

Todavía hoy, cuando ya miro más hacia los treinta que hacia los veinte, me retás porque como a deshoras, duermo poco y fumo como una bestia, como una especie de miedo ancestral a que mi corazón por fin colapse y vaya a tener la osadía de morirme antes que vos, ante lo que, como buena madre inglesa, me abofetearías por no haber tenido la flema suficiente como para morirme un poco después –esto es en joda, y lo aclaro por las dudas, no vaya a ser cosa que termine esta carta justo en tu día y me termines abofeteando de verdad, también, como una buena madre inglesa-.

Día III

Me duelen las manos, lo que me quita las ganas de escribir. Sin embargo te escribo dos líneas para que sepas que no abandoné la empresa tan pronto y que tengo la expectativa de terminarte una carta más o menos decente para el día de la madre. O termino la carta o te las tendrás que ver con estos apuntes que se pliegan sobre si mismos como un remedo de los juegos borgeanos.

Estuve leyendo a tu querido Oscar Wilde y pienso: “La puta, ¡como me gustaría escribir una carta como De Profundis!”, cosa que ambos sabemos nunca sucederá, porque no me alcanza la paciencia, ni las palabras, ni la poesía.

Día IV

Tuve la idea de escribir poesía… la insana inspiración de escribir, al fin, algo. Fue tiempo perdido. Hoy fue uno de esos días en los que me sentí infinitamente solo, en los que usualmente suelo escribir poesía; pero justamente hoy que es uno de esos días la poesía reniega de mis manos. Entonces tomo las hojas y comienzo a dibujar círculos, rayas y letras sueltas, hasta que de pronto me encuentro con un modelo de los dibujos que suele hacerme Joaquín tirado de panza en el piso o en el jardín, con los mismos fibrones de colores, y que adornan las paredes de mi estudio –agotadas las probabilidades geométricas de la puerta de la heladera-.

Te parecerá cómico, pero en estas jornadas donde se impone la solitaria melancolía ataráxica, prefiero la lozana quietud de mi estudio. Soy conciente de que cualquier presencia humana no haría otra cosa que alimentar el desasosiego con una especie de feedback absurdo pero real, en el que la distancia ya de por si insalvable que nos separa con aquella primera frontera que es la piel, se tornaría aun más abismal al reparo de que más allá de alguna que otra reminiscencia jamás lograríamos entendernos enteramente… ciertas veces es divertido jugar al análisis, pero otras es simplemente una fatalidad.

Parece mentira que algunos me vean profundo y que hasta osen usar la palabra ‘talento’ como entidad definitoria para algunas de las cosas que hago, cuando en realidad siempre he dependido de que alguien más me sostenviese en el camino, vos o Joaquín, o los dos. Creo que al fin fuiste la única persona que comprendió cuando abandone todas las proyecciones de mi carrera académica para dedicarme a la paternidad con todas las fuerzas, con todas las ganas, con toda la vida. Nunca me lo reprochaste, porque fuiste vos quien me enseñó que la hombría y la masculinidad son dos cosas distintas, que ser hombre implica tomar decisiones en el trayecto de la vida y hacerse responsable de las consecuencias de las mismas, tanto de las buenas como de las malas. Y así, cuando todos ofrecían la salida rápida yo elegí por la vida, con la misma ferrea actitud e inflexible integridad con que vos hiciste conmigo, porque a vos también te ofrecieron lo mismo, por lo que te estoy debiendo dos veces la vida y mucho más. Y sabiendo esto ¿Cómo podría yo haber decidido de otra manera? No solamente el lazo filial nos une, sino pareciera que también el destino, ese mismo destino del que tantas veces descreo.

Hoy, como dije, me siento profundamente solo, pero me alcanza con girar la cabeza y ver esos dibujos de mi hijo –de tu nieto-, que tanto se parecen a este que en una regresión involuntaria he trazado, para que una sonrisa y una profunda lágrima de emoción me corran por la cara, como se debe, al unísono.

Madre, te siento tan cerca hoy que estoy tan lejos de todo.

Día V

“I see the sleeping babe nestling the breast of its mother,
The sleeping mother and babe--hush'd, I study them long and long”. W. Withman.

Es el día, debo terminar estos apuntes, que ya son resignadamente anotaciones libres y no una epístola formal. Hubiera querido escribir más y hacerlo con profundidad, pero lo cierto es que no es sencillo escribir sobre estos veintiséis años y mucho menos con calidad en tan poco tiempo, sobre todo si uno no es Dostoievski.

Todavía es de madrugada y el sol comienza ya a despuntar aquí en el campo, son estos momentos en donde me vuelvo a sentir parte de algo, cuando el rocío matinal levanta el aroma de la tierra húmeda que tanto me retrotrae a la infancia, dura, pero por cierto feliz. Inspiro profundamente, me embebo en nuestra historia, o en la leyenda de vidas pasadas que son nuestras propias vidas sólo que tiempo atrás. Es curioso que utilice la palabra leyenda, que significa: lo que debe ser leído, cuando en realidad es algo que todavía no he escrito y que quizás nunca lo haga. Pero heredé de vos la misma concepción del tiempo, esa que dice que es un espacio con el valor del potencial y que sólo adquiere valor real con el correr de las acciones que lo llenan, por lo tanto, si no has hecho nada no has perdido el tiempo, simplemente lo has dejado en blanco y eso es lo irremediable. Y por esto he logrado entrever a lo largo de toda una vida, Madre, que vos preferís escribir de otra manera, una mucho más trascendente que la mía, vos escribís con el tiempo y con las actitudes, con los gestos y la hidalga costumbre de estar siempre cuando todo lo demás se ha corrompido; como cuando en el momento más trascendental de mi vida, en el que toda mi familia y todos mis amigos me habían abandonado, vos llegaste despeinada y a medio vestir y me abrazaste, y yo, que ya hacía años que era un hombre raudo y duro –como lo exige el mundo-, pude llorar abiertamente y decirte: “Mirá mamá, soy papá”.

Feliz día vieja, el amor nunca pasará.

PD. Prometo el próximo año traer a la poeta y amenazarla con una muerte dolorosa si es que amaga con irse. Ella me hace feliz, si, escuchaste bien, feliz… rara sensación para un animal de letras.

5 comentarios:

C. dijo...

Vos lector que pensabas que me estaba volviendo superficial... tenías toda la razón.

Puravida dijo...

Y sigo despierta.. vos seguramente dormís, profundamente, dulcemente.
Sólo decirte que te amo, y que sos muy afortunado al tener una madrasa como la que tenés, pero eso ya lo sabés.
A veces debemos permitirnos esos recuerdos, los que duelen, lo que asfixian, y así no olvidar los que fuimos, ni los que somos..

Bachios. Amote. ;)

C. dijo...

No suelo responder a los comentarios, Poetica Morocha, porque de algún tiempo a esta parte se me hace como de mal gusto eso de decir: "Uy, re gracias por visitar mi blog!"; y porque en realidad, que el blog se lea o no básicamente no me importa. Pero siendo vos -y porque temo represalias- voy a responder:
Uno no fue exactamente lo que piensa que fue, ni es lo que cree que es, porque en realidad lo que se tiene es una mirada ilusoria sobre uno mismo tanto en el pasado, como en el presente, y por estos dos en la proyección a futuro. Entonces, esos momentos angustiosos en donde crees que descubrís Catay haciendo una introspección profunda, lo unico que lográs es: revisar viejos sofismas en base a nuevas falacias, lo que da como resultado una doble impostura. No es que esto esté mal, de hecho es útil... siempre y cuando se esté conciente de la diferencia entre Realidad y percepción de la realidad.
El hombre es de por si un animal que necesita sus mitos y los crea constantemente, hasta con uno mismo. Y eso quizás sea vivir, la creación constante de futuros mitos, mitos y pasiones, mitos y augurosas cavilaciones.

Idem.

ana dijo...

¡Por dios, Argos! Qué belleza, ¿sabés? Me da envidia, sanita envidia. Hace mil años que quiero escribirle algo a mi madre, algo sobre nuestras vidas, sobre mí misma, sobre lo que ella influyó en lo que soy. Jamás pude lograrlo. Jamás, ni tan sólo un breve poema pude hacerle.
De verdad, me alegra mucho que puedas haberlo logrado. Beso a la cordobesa amiga y beso también a vos.

lagave dijo...

Jo, ya me hubiera gustado ser capaz de escribir algo que saliera de dentro sobre mis padres, y no sólo limitarme a contar sus vidas. Pero creo que habría necesitado unos veinte añitos más de terapia para poner las cosas en su lugar. Mira que soy ruin. También yo me alegro de que esa relación vuestra sea tan especial y positiva.y me apunto a lo de la envidia, sí. Muchos besos a los dos.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...