17 octubre 2007

Sólo silencio, costumbres argentinas

Quizás se deba a que la ‘Tinellización’ ha cumplido su cometido con la nueva tanda de pseudo-divitas ‘siliconizadas’, que pasean sus curvas sinuosas con una sonrisa esquiva y botulínica, o a que filósofos de terracota como José Pablo Feinmann –que a los hechos es la ‘Tinellización’ de las letras y de los análisis-, poseen los minutos de aire necesarios en aquellos programas que en base a letras ocres y al abolengo rancio de sus conductores reclaman una seriedad que, en realidad, no les corresponde; claro está que el producto insignia de Tinelli es abiertamente superficial y decadente con su aire kermese posmoderna, pero no es menos cierto que Feinmann –autor del memorable epíteto: ‘TV vómito’-, suele patinar como ‘las Wandas’ ante hechos conceptuales, llegando a establecer, por ejemplo, que el electorado se equivoca cuando los resultados electorales no son los que deberían según su elocuente sapiencia de sofista de salón.

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Pero lo cierto es que en el interjuego de Tinelli, Feinmann, candidatos opositores de baja recaudación electiva y el inconmovible mutismo oficialista se aproximan las elecciones, las presidenciales, las que definirán los destinos y las praxis de los próximos cuatro años. Es concreto, casi tangible, las elecciones se aproximan, pero lo hacen en silencio, casi a gachas, en un intento deliberado por no llamar la atención de los sufragantes desprevenidos, intentando no alertar conciencias de que se trata de un periodo trascendental para el devenir del país.

Es dable preguntarse a quién favorece la inadvertencia eleccionaria, el transitar potencialmente sepulcral de las urnas; si a un oficialismo nacionalista en apariencias, ideologista y gritón por autonomasia, o a una oposición fragmentaria, estéril y sin un contenido claramente contraponible con el de sus contrincantes. Cabe signar lineamientos claros: Cristina Fernández de Kirchner, haciendo gala de su papel multiuso de senadora-primera dama-candidata versa los fondos del Estado en una campaña por el exterior, prestándose a diálogos irresolutos con diversos primeros mandatarios, ante los que se presenta -de manera solapada-, como la sucesión natural del actual Gobierno con el lema de la continuidad del cambio, el cambio de la continuidad o alguna otra aberración por el estilo. No menos paradójico es el accionar de los candidatos del arco opositor, dueños de una crítica inconstructiva y de propuestas vacías al análisis programático; candidatos a los que puede verse a toda hora pululando en los canales marginales de la grilla televisiva. Cristina no habla, el resto parece consumado en una pelea encarnizada y endogámica, y al final sólo queda el silencio del debate abierto, de la discusión de ideas; la mudez circundada de palabras reiterativas que engloban un mensaje macabramente metafísico y lejano que podría resumirse en una sola idea más simple y a la larga más sincera: vóteme a mí y porque si.

Ideas, confrontación de ideas, de proyectos, de paradigmas, suena quizás a ilusión, a mera apología de la nada. El análisis historiográfico demuestra que el electorado argentino, en sus vaivenes democráticos, nunca o casi nunca eligió en base a proyectos o con miras a un largo plazo, sino todo lo contrario, cayó una y otra vez en el enamoramiento estuporoso de los líderes carismáticos, generalmente populistas y metodológicamente silenciosos, vendedores de recetas milagrosas y verdades reveladas, que culminaron con el engrosamiento de sus bienes y con hordas invariables de litúrgicos proselitistas encargados de lo moral e inmoralmente posible en aras del continuismo. Desde esta perspectiva histórica el panorama no se muestra alentador, las figuras carismáticas están, el palabrerío desértico y utilitario se encuentra a cada momento; y los ciudadanos, que serán en última instancia los que decidirá su propio futuro permanecen absortos entre un par de estrellitas descartables y el partido de un domingo que se suspenderá. Pareciera que hasta hoy nada ha cambiado, hecho comprobable en este periodo eleccionario, tanto es así que han pasado sesenta y un años desde que Jorge Luís Borges escribió que el argentino antes que ciudadano es individuo y que lo concreto no es fuerte, siendo de esta manera que el estado se convierte en una abstracción maravillosa que se aleja de la institución real, perdiendo así su importancia pragmática.

Con lo dicho, debería entablarse la discusión sobre quién es responsable de estas inaprehensiones sistemáticas, si Feinmann y Tinelli con su similitudes rayanas, si los candidatos que se prestan a una parte de un juego histórico circular, si los electores, participantes necesarios de la otra parte del mismo juego; o si todos juntos y al mismo tiempo, en un circuito que normaliza los defectos de un para-sistema con aire bien argentino, en un panfleto evidente que se fundamenta en el cómplice silencio de la multiplicidad de los actores.

3 comentarios:

lagave dijo...

Por una parte me asombra, por otra me tranquiliza y por otra me revuelve ver que las elecciones son en ¿todas?partes la misma farsa. Ver que quienes quieren gobernar aparentan estar motivados por ideales que llevarán al país a la felicidad, prosperidad, bienestar, y demás memeces, cuando lo que verdaderamente desean con todas sus fuerzas es el poder; el de "mandar" y el de mirar al otro por encima del hombro. El despacho nuevo, el coche con chófer, el traje de Armani, el amigueo, compadreo y "yo te coloco, esto te lo arreglo yo en un periquete"...
Y los señorines de a pie, nosotros, no entramos para nada en sus cálculos, como no sea que somos los encagados de votarles , y por lo tanto, nos tienen que vender la burra verde de la mejor manera posible.
Aquí quedan seis meses, pero llevamos desde tiempo inmemorial en pre.campaña. Vomitivos, en efecto. Unos y otros, todos. Paericularmente sólo me queda la llamita encendida de Rosa Díez, que marchó del PSOE y se unió a Savater y demases, que parece ser un ejemplo de coherencia personal.
Ya veremos,dijo un ciego. Que os sea leve!

C. dijo...

Jajajaja y tres días despues de este artículo me llega el telegrama de Presidente de mesa. El otro día hablabamos con Ana, una brillante poeta cordobesa, sobre, justamente, la justicia poética. Esto huele a venganza..

José dijo...

Algo va mal cuando el objetivo principal de todo político es ganar las elecciones. Y lo afirman sin rodeos.
Algo va mal.
¿Dónde entusiasma la política?, pregunto.

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