10 mayo 2006

El otro Asterión

Hoy es uno de esos días. El mundo no deviene aun en pedazos, pero lamentablemente conozco estos momentos… Soy el grotesco del sur, y el sur se encarga de recordármelo vez tras vez.

Muy pocas personas de las que forman mi círculo adivinan que mi carácter varía según la disposición y la eventualidad, como una máscara en un eterno baile de disfraces. Esto no se debe a un afán de agradar, cosa que, de hecho, es improbable. Quizás sea producto de los profundos años de soledad, y de una carrera medio estúpida en tratar de evitar que el mundo descubra mis estados de tristeza elemental frecuentes, tristeza sin lágrimas, que no tiene salida. Entonces la variabilidad se encuentra entre pedante, lacónico, gentleman, troglodita, ácido, cáustico, imbecil, sagaz, adulto, infantil, inestable, posesivo, erudito-irritante, ignorante-en-pleno, litúrgico, agnóstico, liberal, polemista… según lo amerite la situación.

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En los abismos de mi alma hay más silencios que palabras. Y hoy, solo una persona es capaz de tender un puente para salvar aquellos cataclismos y encontrarse conmigo. Una persona que entró como contradicción, y logró vencer mis poderosos mecanismos de evasiva.

Mis laberintos han sido quebrados por segunda vez, y al final solo estoy yo, sin magias. Hay quienes dicen que el temor es procedente de la fisiología, que su función es poner en alerta al resto del sistema acerca de un peligro. Da la casualidad que las novedades, por el mero hecho de ser novedosas, son desconocidas, y tienden a catalogarse como noxas posibles, pero ¿Qué puedo hacer? No puedo huir, creo que tampoco deseo hacerlo… más allá de todo, creo que siempre estuve esperando este momento, como Asterión… eso es ¡Bienvenidos a la Casa de Asterión! Aunque, en si, todos sabemos que su alegría se fundamentaba en que elucidaba su final, o el de su soledad, ... o el final de su soledad... lo que, al cabo, es lo mismo.

¡Que diablos! No soy cobarde, nunca lo he sido, y aquellos entes que intentaron conjeturarlo han terminado bajo el fuego de mi dialectica –a veces- feroz. Si el final ha de llegar de esta forma… que lo haga, ya dije que no deseaba huir.

De todas maneras, y como dice una premisa que me parece inapelable “El tiempo aleja el dolor, el rencor, el amor, y hasta el desamor. A lo sumo, solo deja un puñado de buenas bandas”.

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