06 mayo 2006

Sábado 6:30 am.

La vida no me besó en la boca, primero me acarició el hombro preguntándome si aun estaba dispuesto a vivirla.

Vi sus ojos, sonreí. Temí por la existencia real del abismo y por su permanencia metafísica durante el periodo que llevaría mi ausencia.

Un brillo despejó la incertidumbre, fuimos instantáneamente inmortales. Dos segundos del tiempo de la inmortalidad de un Dios que siempre se negó a aparecer.

El beso fue posterior, casi circunstancial, cuando la despedida era inminente y la noche ya se anunciaba.

Sé que, quizás, solo vos podrías comprender el verdadero sentido de mis enigmas de ecuaciones, arbitrariedades, y palabras.

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