22 julio 2006

Frack, habanos, y contradicciones


Finalmente arribó Fidel Castro, al Río de la Plata.

Mi primera reacción fue de indiferencia, puesto que ¿Qué diferencia sustancial puede producir para el rumbo nebuloso del orbe, la existencia o no de un tirano latinoamericano dueño de una isla perdida en medio del océano Atlántico?

Lamentablemente, más allá de la impresión inicial, mis cavilaciones continuaron, volviéndose más oscuras, pero por una cuestión que excede a Castro en si.

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Debe ser que aun recuerdo las imágenes de su discurso en la Universidad de Buenos Aires, secundado por su escolta armada. También recuerdo las agrupaciones presentes en dicho momento… pero ¿no eran las mismas que reclaman hoy por los derechos humanos? ¿no eran las mismas que forman hoy multitudinarias marchas? ¿no eran las mismas que irrumpen hoy en la Universidad para evitar las elecciones? ¿no eran las mismas que reclaman hoy por la cabeza de los dictadores vivos? ¿no eran las mismas que hoy dicen luchar por la democracia y la libertad? ¿no son parte de los que hoy vuelven a recibir a Fidel?


Muchas preguntas retóricas vienen a mi mente, pero la respuesta a todas ellas es única e invariable: SI. Obviamente, si estas agrupaciones vivieran en la Cuba de Fidel, no tardarían en acabar en el calabozo, o en su defecto, de dibujar con rojo los ladrillos de un paredón anónimo. Esto es, simplemente, porque Fidel es a Cuba lo que Videla fue a la Argentina: El cáncer de la sociedad civil. La ley de Cuba es simple: Restricción de todo tipo de libertades. Pero no, para estos muchachos –muchos de ellos de mi edad, y otros mayores-, Fidel toma el vector de libertario del oprimido pueblo cubano, confrontador de la política estadounidense; mientras que el balsero que prefiere jugarse la vida corrido por la miseria y el hambre, es un puerco traidor a la causa... pero a esta altura ya me pregunto ¿Qué causa? ¿Cuál causa? No es raro que para el paria social todas las causas no sean más que un efusivo artificio.

Es cierto, la Revolución en manos de Fidel y Guevara fue libertaria en principio, liquidando la corruptela del gobierno de Fulgencio Batista. Pero lo libertario culminó allí donde empezó, ya que no hay cuestión más peligrosa para el hombre que el hombre con vicios del poder y ejercicio del mismo. Afortunadamente, Guevara murió con sus quimeras intactas. Lamentablemente, Fidel vive contemplando la realización de su sueño. Quizás lo único que separe a este pequeño déspota del terror estalinista sea la extensión del territorio.

Lo perturbador de todo va por dos partes. La primera, que mencioné casi al principio, es la gran contradicción de las ‘agrupaciones’, que se autodenominan defensoras de la libertad, y sin embargo ejercen un tipo de adoración casi litúrgica por un pequeño tirano. Pero más aterrador que esto –si bien hay pocas cosas que puedan serlo-, es la gran contradicción de los mandatarios latinoamericanos, al recibirlo como uno más, sobre todo para nuestro propio Doctor K, que ofreciendo su acostumbrado ‘revival setentista’ se olvida de que Fidel también mata.

Muchos dicen que el MERCOSUR hoy vive un corrimiento hacia la izquierda, esto no es falso, ya que hay democracias con presidentes socialistas como Michele Bachelet, Lula Da Silva, y quizás también Tabaré Vásquez. Pero lo que también coexiste en el MERCOSUR, más como región que como mercado, son pequeños autócratas de base legitima que se dicen izquierdistas, como Hugo Chávez Frías, el duro Doctor K, y estimo que en no mucho tiempo más, Evo Morales. Estos últimos aspiran a ser Fidel, pero como una graciosa paradoja del destino, su propia mediocridad se los impide. Quizás a esto deba romper con mi habitual nominalismo y decir ‘Gracias a dios’.

Lo que me molesta de todo esto es el acto hipócrita, el de las agrupaciones de izquierda aquí democráticas, y allá pro Castristas; la gran ceguera kirchnereana, que le impide, aunque más no fuera, mentir coherentemente. Pero no solo esto, intelectuales, escritores, periodistas –algunos los ‘adiktos’ y otros no-, políticos, etcétera, mantienen esta vil canallada de decir ‘Oh tu gran Fidel’.

Por mi parte digo: no a los dictadores, aquí o en cualquier parte; no a los hipócritas, a los falsarios, a los cobardes… Pero al fin, todo esto que digo quedará maniatado por la atrofia intelectiva que requiere nuestro Gran Gobierno.

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