08 enero 2008

Anton Ego y la sinceridad

A veces me sorprendo cuando los demás no ven lo interesante aunque les golpee la nariz. Otras veces no me sorprendo tanto y tiendo a pensar que el desconcierto es un reflejo condicionado, que somos como un perrito pavloviano que en lugar de responder con salivación lo hace con sonseras al estímulo de la televisión. Pero otras ocaciones –muy raras a decir verdad-, de ella misma recrudece la esperanza, aunque los filósofos digan que lo que es no puede ser y no ser al mismo tiempo:

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“La vida de un crítico es sencilla en muchos aspectos. Arriesgamos poco y tenemos poder sobre aquellos que ofrecen su trabajo y su servicio a nuestro juicio. Preferimos las críticas negativas, que son divertidas de leer y de escribir. Pero la triste verdad que debemos afrontar es que en el gran orden de las cosas, cualquier basura tiene más significado que lo que deja ver nuestra crítica. Pero en ocasiones el crítico, sí se arriesga cuando descubre y defiende algo nuevo. El mundo suele ser cruel con el nuevo talento, las nuevas creaciones. Lo nuevo necesita amigos (…)”. Parlamento final de Anton Ego – Ratatoille, Disney Pixar.

Claro que aquí sigue estando el elemento cliché de la redención del villano, pero si tomamos en cuenta que los héroes de nuestros primeros cuentos infantiles eran siempre rubios, blancos y de ojos celestes, y los malos eran siempre feos, negros o deformes, esto ya es un adelanto.

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