19 enero 2008

Sobre el blog, o cómo escribir 857 palabras sin que se te caiga una puta idea

Hace un poco más de dos años, cuando abrí el blog, pensé, en el mismo momento en que estaba dándole clic al “Crear un blog”, que el mundo se detendría, que las mujeres embarazadas iban a parir al unísono torrentes de niños rubios y de ojos azules, y que todos aquellos querubines panzones se iban llamarían Argos en honor a mis graves atropellos contra la humanidad. Pero lo cierto es que al poco tiempo me di cuenta del fiasco, al blog sólo lo leíamos Luz, una talentosa diseñadora de cositos navegables, y yo; las mujeres embarazadas terminaban dando a luz cuando se les antojaba, y algunas hasta tenían el espantoso gusto de nombrarlos Mateo, Lautaro, Jonathan o Braian (sisi, así, con la fonética).

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Eran tiempos altruistas, y por eso, si a mis escritos no los leía nadie no importaba, porque escribía, y así, con ese acto chiquito y esmirriado, me aproximaba de a poco a lo que sentía debía ser. Que fracasara totalmente era una probabilidad cierta, pero los fracasados tienen una especie de viñeta chic, una calificación sustancial, son autores de “culto”. Y eso, de por si es una especie de colchón, de hándicap boludón, que hace del impacto contra la realidad algo menos atemorizante.

Convengamos que en esa época, según todos aseveran, si no hubiera abierto el blog y dedicádome (?) a escribir como un autista en éxtasis, quizás hubiera terminado mi carrera como cirujano, o como psicópata, como cronista de policiales, o cualquier otra cosa en la que corriera mucha sangre. O también, y ya en las postrimerías, como Pai umbanda, filósofo o preceptor escolar. Pero la vida tiene esas raras vueltas, que son más una extravagante cadena de fatalidades, con alguna que otra calamidad entre medio –generalmente discos de “rock nacional”-, que un designio omnipotente de los brazos oscuros del destino. Así, en vez de despanzurrar gente por el barrio, armé un blog polimorfo, donde juego en todos los papeles y me importa muy poco el qué dirán –ya no en términos altruistas, porque ahora si me importa el dinero, la fama y las groupies-.

Creo que el blog, en estos dos años y algo, ha pasado a ser una especie de “bildungsroman”, donde el malaventurado visitante se encuentra con el desarrollo de la nada a una nada con un poco mas de cosmovisiones. Como la vida misma, donde se piensan cosas importantes sólo en los tiempos muertos, y, generalmente, cuando ya es tarde, porque a nadie se le ocurre la frase brillante en el momento indicado, la solución teórica insospechada en el último aliento, o la palabra del medio de la claringrilla cuando está atragantándose con las medialunas. Lo realmente paradójico de todo esto es que los malaventurados vuelven, lo que demuestra el espíritu masoquista del género humano.

A lo largo del 2007, he conocido gente que ha intentado enseñarme a escribir con propiedad, cosa que dudo seriamente que hayan logrado, ya que sigo escribiendo más o menos como siempre, pero es meritorio el hecho de haberlo intentado, y más, de haberme soportado tanto tiempo. Ellos son, por orden de aparición: Karina, Patricia y Néstor. También estuvo una chica llamada Tamara, pero cierta vez nombró las obras escritas de Sócrates y, desde ese preciso momento, me dediqué a darle con el anverso de mi cólera. Esta gente ha logrado devolverme las ganas de escribir, y me ha obligado a ver que no debería avergonzarme por como lo hago –aunque en este punto no estemos muy de acuerdo-. A todos ellos les he tomado afecto –algo realmente muy raro en mi, que vivo despotricando y escribiendo maravillosas intempestivas, como Quintín, pero con menos clase o, por lo menos, con menor erudicción-.

Creo que este blog, aparte de ser un “bildungsroman”, también se ha convertido no en un reflejo de la realidad, ni en una ficción hecha y derecha, sino en una copia de mi enfermiza y, por momentos, petulante visión sobre la realidad. El problema es que la gente tiende a confundir lo real con lo normal, cuando en si, lo normal es una convención y la realidad es una porquería, y yo, con mi bipolaridad, me hermano a Thomas Mann y a Britney Spears –gorda, fofa y tambaleantemente sensual-, y abrazo las dos cuestiones con la misma desfachatez con que el loquito de la calle corrientes se masturba a las nueve y media de la noche en la puerta del teatro. Porque lo importante no es que la vida sea una mierda –porque ahí el loquito de la calle Corrientes nos habría ganado de antemano-, sino poder escribirla y que al menos no lo parezca tanto, o que lo parezca menos, con la misma inconsciencia con que se vive la vida, como subiendo peldaños sin preguntarse para qué, y al final, cuando llega el gran acto final, dar el último traspié con elegancia, como si a uno le faltara un escalón o perdiera el equilibrio…

…y si es en blog, tanto mejor.

Me fui de vacaciones, nos vemos en unos días.

3 comentarios:

paula varela dijo...

debe ser parte de lo mismo que nos lleva a crea blogs, el hecho de preguntarnos por esa misma existencia...

lo cierto, o al menos lo que me va pareciendo, es que algunas sintonías suceden a través de estos espacios virtuales.

tal vez todo esto sea una práctica para llegar, como vos decís, "al final" y entonces, "dar el último traspié con elegancia, como si a uno le faltara un escalón o perdiera el equilibrio"

besos!

C. dijo...

Amén.

Gracias paula por el coment

C. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
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