04 enero 2008

Sobre las mujeres tetonas

Ella hablaba sobre mi supuesta fragilidad, mi soledad existencial y no sé qué fantástica teoría psicoanalítica, mientras le daba largas caladas al cigarrillo con sus movimientos de gata descangayada, sobre los que se podrían escribir manuales enteros de seducción femenina.

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Yo la miraba y asentía maquinalmente, sin escuchar, miraba hipnotizado el vaivén de sus pechos al moverse tratando de explicarme no recuerdo cuál epígrafe nietzscheano; preguntándome en realidad, por qué maldita conspiración del destino todas las mujeres tetonas son taradas o tienen defectos en el habla, tanto más cuando son rubias.

Deluca sostiene que es un mecanismo de la selección natural, el tamaño de las tetas es inversamente proporcional al coeficiente intelectual y actúa como un mecanismo de defensa contra las artes oscuras de las destetadas, por lo que no se puede ser tonta y no tener tetas grandes, porque sería la representación misma del infierno. Di Meglio en cambio, con su escepticismo englobador, dice que esas mamas están compuestas por neuronas muertas y que todas las tetonas son tontas porque son tontas, y también porque no tienen que esforzarse para conseguir citas, un puesto de secretaria o una aventura con un hombre mayor que les compre carteras y zapatos a cambio de dudosos favores sexuales. A veces pienso que estas son más calumnias envidiosas que lúcidos arrebatos filosóficos.

Por mi parte, creo que las tetonas son tontas porque deben serlo, pero no por ellas, sino por el trauma psicológico que supone el mundo, el universo de miradas que se centra en sus dos grandes convicciones y no en ellas. Esos pechos sinuosos y simétricos que suponen a la vez el mantener todas las bocas abiertas, como una jauría de lobos esperando el pequeño milagro del verano y los escotes o de un viento arremolinado de invierno que arranque algunos botones de esa camisa; son a la vez la carga metafísica de saberse excluidas del mundo. Sus tetas convierten a la historia en circular, en un eterno retorno, en siempre el mismo chiflido, las mismas guarangadas por la vereda, la misma saliva enjundiosa, los mismos arrebatados bocinazos por la avenida. El resto de ellas no, sigue de largo por la linealidad del tiempo que se escapa, dejando sus tetas a merced de los buitres peregrinos de una ciudad en llamas. Las mujeres tetonas responden a una dualidad del tiempo, a una elipsis, una diáspora que amenaza la continuidad del universo.

Ella hablaba sobre mi supuesta fragilidad, y yo que pensaba sobre los anatemas profundos de sus dos cuantiosas mamas, tuve que matarla y esconderla y volver a casa, con la camisa y la corbata, saludar e impostar la sonrisa, responder a las preguntas de rigor: “si querida, fue un día duro en el trabajo, la muchacha nueva de la que te decía ayer no se ha presentado”... pero ella hablaba, con sus tetas, y hablaba y hablaba y hablaba...

3 comentarios:

C. dijo...

Dedicado especialmente a todas mis amigas en este 2008.

Puravida dijo...

Amén.


Io

C. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
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